De Soto: Entre la intrascendencia y el fracaso


Gerardo Saravia
Fuente: Ideele


Una de las principales deficiencias de la candidatura de Keiko Fujimori es su controvertida comitiva. Por un lado tienen una selección de la crema y nata del fujimorismo de los 90 (más nata que crema, claro), y por el otro un deslucido grupo técnico que encaja perfectamente con un mediocre pero intangible plan de gobierno.

Para atenuar esta deficiencia y ante el madrugador reflejo de Ollanta Humala que hizo un mix de su añejo grupo de profesionales con otro que tomó prestadito nomás de la orilla chakana, el alicaído equipo naranja buscó como refuerzo a un super star de la economía mundial.

El jale (o contrato) de De Soto no tenía pierde, y estaba cantado desde que Mario Vargas Llosa se había unido al grupo de personas que pedían al país votar por Humala. Ambos tienen una desincronización añeja desde que el economista le recordó en vivo y en directo a su progenitora.

Descifrando el misterio

Todos lo comentan y lo celebran, pero ¿en qué consiste el secreto de De Soto para sacar al Perú —qué digo Perú: a la humanidad— de la pobreza? No se trata de complicadas fórmulas matemáticas ni de engorrosos estudios sobre producción. Tampoco de polvos mágicos, pero sí de algo parecido. Papelito manda: los problemas económicos que agobian a la humanidad tienen solución con un trámite administrativo. Haberlo dicho antes, diría Madre Teresa de Calcuta.

Para Hernando de Soto, la piedra filosofal de la riqueza es la conversión del capital muerto en capital vivo. Los peruanos (y bolivianos, ecuatorianos, sudas todos y socios tercermundistas) tenemos una gran riqueza pero no nos hemos dado cuenta. De Soto actualiza a Raimondi, el erudito italiano que habría dicho que el Perú es un mendigo sentado en un banco de oro, al plantear que el gran capital de los pobres es el terreno donde viven; pero es un capital muerto, porque no está formalizado. Este recurso inerte cobrará vida cuando se le otorgue el título de propiedad. El tránsito de la informalidad a la formalidad será la trasformación de miseria en prosperidad, según la doctrina del Instituto Libertad y Democracia (ILD).

¿Y una vez que tengo el título, en qué acaba el cuento, onstá el beneficio?, se preguntará un in-titulado. Resulta que con el título de propiedad en mano, un sujeto cualquiera se convierte en sujeto de crédito. El banco podría brindarle un buen préstamo a cambio de la hipoteca de su casa. Con ese dinero podría poner una pequeña empresa que poco a poco iría creciendo hasta convertirse en mediana y luego en grande. Más aun en los tiempos de bonanza que vivimos.

Qué fácil había resultado la cosa. Todo gracias a un papelito… Y no nos habíamos dado cuenta.

El plan de De Soto funcionaría perfecto, solo en determinadas condiciones. Por ejemplo, que la mayoría de proyectos de pequeñas empresas prosperara (y no que fracase más del 70%, como de hecho ocurre, y no solo en este país). Que el sistema financiero mundial fuera más que regular (la única opción de crédito tendría que ser la cuantificación del terreno). Y que existiera al menos un poco de seguridad de que si las cosas salen mal y el banco te quita tu casita, al menos tendrás dónde caer en la noche. El problema es que esas condiciones no existen ni en el Perú ni en la Cochinchina.

¿Será la realidad del Perú la pergeñada por De Soto en sus famosos libros?

Mmm…

De Soto vs. la Realidad

En el año 2006 el economista Richard Webb realizó un estudio alentado por la Asociación de Notarios del Perú para saber si las condiciones que planteaba De Soto eran las que realmente se vivían en el país. El resultado arrojó negativo.

La presentación de la investigación no pudo ser más clara: “Concluye que las mencionadas cifras adolecen de errores de cálculo y de concepto produciéndose una gruesa sobrestimación de los beneficios netos que podrían atribuirse al sistema de formalización”.

O sea que el estudio sobre el cual De Soto ha elaborado su famosa teoría es fulero.

Sin embargo, para refutar la teoría de la titulación como la panacea de la riqueza no hace falta ir muy lejos. Basta con echar un ojo al aquí y ahora. La tesis de De Soto se llama Cofopri y se aplica en nuestro país desde hace años. Y vaya que ha sido exitosa.

No es cachita: Cofopri se ha desarrollado en el país con eficacia y ha resuelto el problema de la titulación de millares de familias. Si ése es el único objetivo de De Soto, bien por él y los flamantes titulados. ¿Pero de ahí a que esa titulación sea la manija de la riqueza? No way.
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