Los brotes verdes de la protesta en Europa

El viejo continente se levanta contra el neoliberalismo


Algo se mueve en la Unión Europea. El desmantelamiento del Estado del bienestar, objetivo confeso de los omnipotentes mercados, que está siendo gestionado por gobiernos de signo social-liberal y neoliberal indistintamente, se ha topado con respuestas contundentes en Francia, Italia, Reino Unido y Grecia. Aunque hasta el momento la oligarquía ha hecho caso omiso de estas protestas, el año que termina deja suficientes ejemplos de que se han superado las fases de desconcierto y desaliento para dar paso a la necesaria expresión de la rabia contra el soterrado golpe de Estado que cada día perfeccionan esos mercados.

A lo largo de 2010, Europa se ha convertido en el territorio donde se dirimen algunas cuestiones de fondo relacionadas con la crisis económica global desencadenada hace ya más de tres años. Son esas cuestiones relacionadas con la pervivencia de un modelo social y político, el del Estado del bienestar, que tiene en este continente su supuesta última frontera contra los ataques del neoliberalismo.
Los distintos episodios de ataques a la deuda soberana en varios países de la Zona Euro han abierto un nuevo ciclo en la crisis, que ya ha revelado su carácter netamente político. Si la primera fase se saldó con un brutal reajuste de los mercados de trabajo –más acentuado en territorios como el Estado español– y con las peores cifras macroeconómicas desde la postguerra, el segundo ciclo, que irrumpió con el asedio a la economía griega por parte de las agencias de calificación de riesgo y los especuladores financieros, ha impuesto las políticas de austeridad sobre las principales partidas del gasto social. El ataque no es exclusivo de las economías de la periferia europea: Reino Unido y Francia han vivido sus propias versiones de las políticas de ajuste.

Si bien los efectos de estas políticas de emergencia sobre aspectos centrales como la educación y la sanidad, o la generación de nuevas capas de pobreza y exclusión tardarán en resultar aparentes, sus primeras víctimas han resultado ser las distintas familias de la socialdemocracia europea. La receta social-liberal puesta una vez más de manifiesto por el presidenciable Alfredo Pérez Rubalcaba –“los planes de ajuste de hoy son las políticas sociales del mañana”– se ha demostrado políticamente inútil en medio del golpe de Estado permanente impulsado por la oligarquía corporativa. El descalabro laborista, la crisis del socialismo francés y alemán o la huida hacia la nada del Gobierno de Zapatero evidencian acaso una crisis de legitimidad más profunda, relacionada con la transformación de las capas sociales populares tradicionalmente aliadas de la socialdemocracia.

Faltan invitados a la fiesta

La débil respuesta de los sindicatos de concertación se mide con la aspiración, por parte de sectores de la izquierda sindical, los movimientos sociales y los partidos de la izquierda alternativa, de una huelga general europea. Pese a que la rapidez y la profundidad de las medidas de ajuste, ejecutadas a golpe de telediario y aprobadas sin apenas oposición parlamentaria, invitan al pesimismo desmovilizador, el espacio político europeo no se ha convertido en un erial y existe explícitamente, al menos, en dos grandes actores con capacidad de implicar a distintos sectores sociales: la oleada de huelgas, especialmente en Francia y Grecia, y el movimiento estudiantil inglés e italiano. Pese a que estas luchas no han sido capaces de parar las políticas concretas que los habían activado, sí han tenido la virtud de atacar frontalmente la lógica que está detrás de las medidas de ajuste en todos los países de la Eurozona.

Estos movimientos harían mal en no tomarse en serio la grave crisis de lo político, y por tanto de lo público, que está posibilitando el triunfo de las mismas recetas que llevaron a la crisis global. La visión de una socialdemocracia sin proyecto y sin base social propia puede resultar un consuelo inútil si el espacio político abandonado por las distintas familias del socialismo se cubre con el desencanto o el corporativismo. 2010 arrancó con los ataques racistas de Rosarno (Italia) y ha seguido por el mismo camino con el estado de excepción impuesto por Sarkozy a los gitanos o la cada vez menos disimulada política de cerrojazo migratorio ejecutada por el Gobierno español. Lejos de concretarse en una simple cuestión de derechos humanos o de antirracismo, las luchas situadas en lo que groseramente se puede denominar como ‘Europa de las banlieus’ deben marcar el ritmo y el contenido de las luchas contra el neoliberalismo.



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