La selva en Lima: una mirada a la comunidad shipiba de Cantagallo

Por Lee Omar Torres y Jimena Rojas Denegri*
“Tenemos que replantear de qué hablamos
cuando hablamos de población indígena.
Parece que se hubiera vuelto
sinónimo de indigente”.
Abner (dirigente de Ashirel)




¿Qué significa ser un shipibo en Lima? En medio de la tan mencionada ‘inclusión’, que ahora es bandera de tantos discursos políticos, Lamula.pe conversó con un grupo de dirigentes de una de las dos asociaciones que representa a los shipibos que residen en Cantagallo (Rímac). Nuestros entrevistados dejaron en claro que ser indígenas no significa encontrarse ajenos a los deseos de acceso y desarrollo que tienen todos los peruanos. El reclamo es claro: “Somos ciudadanos y queremos que nos traten como tales”.

La comunidad shipiba de Cantagallo se ubica entre el margen del río Rímac y la Vía Evitamiento, frente al Mercado de Flores del Rímac. Según contó Abner, un shipibo natural de Ucayali, en 2001 llegaron a Lima 15 familias de esta etnia invitadas como ‘feriantes’ al mercado ‘Las Malvinas de Cantagallo’, creado para reubicar a los comerciantes desalojados de Mesa Redonda a inicios de los años 90.

A su llegada, se les ofreció ocupar un terreno deshabitado, propiedad del Ministerio de Transportes; ellos accedieron. Poco a poco se asentaron más familiares y se pensó en formar una organización que los representase; así surgió la Asociación de Artesanos Shipibos Residentes en Lima (Ashirel).

El problema no es por qué estamos aquí, sino cómo nos tratan

La llegada a la capital representa un impacto en el modo de vida de estos migrantes. Los residentes de Cantagallo dicen estar conscientes de este ‘choque de culturas’ y, sin embargo, reafirman su derecho a insertarse a la capital, ya que es aquí donde ven las mejores oportunidades para las futuras generaciones.
Los pobladores con los que conversamos manifestaron no estar a gusto con que se les inserte en una burbuja donde tan solo son vistos como vendedores de artesanías y no como ciudadanos con aspiraciones y deseos similares a los de cualquier otro peruano. Un poblador de esta zona (que prefirió mantener el anonimato) nos comentó:

Que mantengamos nuestra cultura no quiere decir que nos pongan como menos. Yo soy shipibo pero me gustaría manejar nuevas tecnologías. Reconocer las diferencias no debe ser un impedimento para generar un espacio donde todos seamos ciudadanos iguales. Soy shipibo, estoy orgulloso de mi cultura y eso no significa que no pueda ponerme corbata e ir a trabajar.

Este tipo de exotización termina siendo, una vez más, una forma de discriminación.
La principal actividad económica de los shipibos en Lima es la producción de artesanías y sus pinturas, características por su diseño: el Kené, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial del Perú por la UNESCO en 2008. Al preguntarles a los pobladores de este caserío cómo se traduce este reconocimiento en beneficios prácticos, esto nos comentaron:

En el mundo modernizado, ahora rige la economía productiva. Los mayores beneficiados con nuestra cultura son los que hacen estampados y adulteran la propiedad intelectual, los que son terceros y exportadores. Eso nos debilita, hay una competencia de producción masiva frente a nuestra producción artesanal. Pero así es el mundo globalizado. Solo queda adaptarnos, ahora el pensamiento shipibo es: ’Mi hijo tienen que tener la oportunidad que yo no tuve, tiene que ir a la escuela y a la universidad’.

 Somos ciudadanos, no objetos

Pero ser shipibo y vivir en Lima significa también sufrir el aprovechamiento indiscriminado de su imagen por parte de grupos políticos. Los miembros de la comunidad sienten la manipulación, sobre todo cuando son invitados a eventos políticos solo para que diferentes partidos puedan mostrarse como “inclusivos”.
Ahora nosotros recibimos una discriminación moderna. Cuando conviene explotar nuestra imagen, ahí sí vienen y nos invitan al Congreso o a eventos políticos. En todas las actividades políticas y sociales las madres sentadas en sus vestimentas típicas se utilizan como figura decorativa. Es una invitación de piedra: no hablan y no dicen nada.
Durante la conversación, los dirigentes nos expresaron que más de una vez los han acusado de ‘no ser shipibos’ por no usar la vestimenta tradicional para realizar sus labores diarias. A Abner, como al resto de shipibos de Cantagallo, le molesta que el resto de limeños espere de ellos una imagen impuesta, típica, exótica. “Tenemos que replantear de qué hablamos cuando hablamos de población indígena”, concluyó.

 Proyecto Rímac

Han pasado muchos gobiernos y ha habido mucha promesas. Desde que están instalados en Lima, los shipibos han escuchado constantemente a las autoridades repetir la frase “En unos meses vamos a solucionar el problema de Cantagallo”.
A pesar de lo desprestigiada que está la imagen gubernamental para los shipibos, el megaproyecto bandera de la municipalidad de Lima, “Vía Parque Rímac”, significa una esperanza de que las cosas estén cambiando. Ser considerados en este proyecto, que espera recuperar el contaminado río, es la primera muestra de interés por parte de las autoridades Municipales de establecer una relación horizontal con ellos para contemplar sus necesidades.
Pero, después de tantos años y con la desconfianza que muestran hacia las autoridades gubernamentales, ¿cómo es que se muestran tan positivos frente a este proyecto?

La doctora Susana Villarán nos está abriendo las puertas y el ente ejecutor del proyecto está en plena coordinación con nosotros. Ya estamos en la maqueta del proyecto. El municipio anterior nunca nos dio la oportunidad de ir a la municipalidad. Ahora Susana nos recibe como en nuestra casa; es una buena persona, es sociable y sencilla y nos da la oportunidad de coordinar y de expresar nuestras necesidades.

Por otro lado, se mostraron agredecidos con la alcaldía por hacer llegar las convocatorias laborales que ofrece la municipalidad a localidad de Cantagallo, permitiéndoles a estos pobladores postular.

Susana Villarán vino el domingo de Navidad con su equipo técnico. Nos dijo que en un par de meses el pueblo shipibo va a tener agua, desagüe y vivienda. Además, nos dijo que toda esta zona va a ser verde.

Ahora, una vez más queda la esperanza en que los discursos se concretan en acciones. Los dirigentes se muestran confiados en las promesas de la alcaldesa, pero ya se han visto en esta situación antes. ¿Solo queda esperar? Para los dirigentes no se trata de sentarse y cruzar los brazos, ellos afirman que van a trabajar activamente hasta hacerse escuchar.
 
 
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