Por Eduardo Gudynas
Extractivismo
es la apropiación de enormes volúmenes de recursos naturales o bajo
prácticas intensivas que, en su mayor parte, son exportados como
materias primas a los mercados globales. Parece estar pasando
desapercibido que, según esta definición, el mayor extractivista de
América del Sur es Brasil.
Esa
situación no siempre es reconocida, ya que cuando se habla de
extractivismo en primer lugar se piense en la minería, y en segundo
lugar se dirán que los ejemplos destacados son países como Chile, Perú o
Bolivia. Las imágenes populares conciben a esas naciones andinas como
los líderes mineros continentales, e incluso globales.
La
realidad de los últimos años es otra. Brasil se ha convertido en el más
grande productor y exportador minero del continente. Este país extrajo
más de 410 millones de toneladas de sus principales minerales en 2011,
mientras que todas las demás naciones sudamericanas sumadas, se
apropiaron de poco más de 147 millones de toneladas. Estos indicadores
se basan en la extracción en América del Sur de cobre, cinc, plomo,
estaño, bauxita, carbón y hierro (que expresan a los principales
minerales por su volumen de extracción y exportación). Es impactante
advertir que Brasil extrae casi el triple que la suma de todos los demás
países sudamericanos que tienen minería de relevancia (Argentina,
Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Perú, Suriname y Venezuela).
Esos
enormes volúmenes brasileños se deben especialmente a la apropiación de
hierro y bauxita. Pero este país es también el que tiene una de las
canastas mineras más diversificadas (además es un importante productor
de carbón, plomo, algunos “tierras raras”, etc.). Que Brasil sea el
mayor minero continental tampoco es un hecho reciente, y ya en el año
2000 extraía el doble de volumen que todos los demás países
sudamericanos.
Como
se sabe, por cada tonelada de mineral extraído existen distintas
proporciones de una “mochila ecológica”, que representa todo el material
no aprovechado. Al sumar esa mochila las cifras de recursos naturales
apropiados aumentan todavía más. Este es un indicador importante para el
caso del oro, ya que su volumen final es pequeño para incidir en los
indicadores de arriba, pero tiene una altísima mochila ecológica (un
kilogramo de oro requiere remover 540 toneladas de materia, según el
promedio de referencia global), y en muchos casos se lo obtiene por
procedimientos muy contaminantes y destructivos (tales como
deforestación asociada y uso de mercurio). En este rubro el primer
productor sudamericano en 2011 fue Perú (188 toneladas), pero Brasil fue
el segundo (con 67 ton), y por detrás le siguieron Argentina y Chile.
El
extractivismo en su sentido estricto es mucho más que la minería. La
apropiación de grandes volúmenes de recursos naturales o bajo
procedimientos intensivos, para alimentar las exportaciones, se repite
en otros sectores, destacándose los hidrocarburos y la agricultura. En
esos rubros Brasil también es un “campeón”.
Si
bien Brasil es actualmente es un productor petrolero de nivel medio
(ocupando el tercer lugar en América Latina), y se enfoca en su propio
consumo, también es cierto que se está preparando para explotar
yacimientos marinos. Su gobierno espera ubicar al país entre las
primeras potencias petroleras mundiales.
Los
nuevos yacimientos se encuentran en la plataforma costera, a enormes
profundidades, condiciones exigentes de perforación, y altas
temperaturas. Esa extracción es de un enorme riesgo ambiental, tal como
ha dejado en claro el accidente de la plataforma de BP en el Golfo de
México en 2010. A pesar de esa catástrofe y de la evidencia sobre esos
riesgos, la discusión brasileña está mucho más enfocada en los niveles
de las regalías o su distribución, que en sopesar sino sería más sensato
una moratoria en ese tipo de extractivismo.
Esto
es muy diferente de lo que sucede, por ejemplo, en varias localidades
amazónicas, donde la experiencia ciudadana frente a distintos impactos
sociales y ambientales, no está dispuesta a aceptar más compensaciones
económicas, sino que reclama moratorias.
Finalmente,
Brasil también es el líder en el extractivismo agrícola. Actualmente es
el primer productor mundial de soya; en la zafra 2011-12 superó los 66
millones de toneladas métricas (en nuestro continente le sigue Argentina
con 40 millones ton m). Es también el primer exportador mundial, y
buena parte de lo que comercializa lo hace sin procesamiento. Este
fenómeno va de la mano con un enorme aumento del área de cultivo, que ha
superado los 24 millones de hectáreas.
De
esta manera, el extractivismo avanza en Brasil en varios frentes. Si se
agrupan la extracción de recursos naturales mineros, hidrocarburíferos y
agrícolas, el nivel de apropiación es de recursos naturales en Brasil
es escalofriante, y deja muy atrás a cualquier país sudamericano. Ese
estilo de desarrollo genera presiones ambientales y sociales fortísimas,
que van desde los conflictos en el medio rural al drama ecológico que
se observa en el Cerrado o la Caatinga, ecoregiones que pueden
desaparecer al convertirse en tierras agrícola-ganaderas.
El
extractivismo exagerado hace que la economía brasileña sea muy
dependiente de exportaciones como las de hierro o soya para crecer. La
proporción de productos primarios aumenta en el comercio exterior y caen
las manufacturas. El país se vuelve muy dependiente de las condiciones
globales, tales como los precios internacionales de las materias primas o
la llegada de inversores extranjeros.
Por
estos motivos, un examen riguroso muestra que la economía brasileña se
está pareciendo más a la de los países andinos de lo que usualmente
asumen analistas convencionales, que una y otra vez dicen que es un
ejemplo de industrialización. Es más, durante las dos administraciones
de Lula da Silva, la economía se primarizó en lugar de industrializarse.
A
diferencia de lo que sucede en otros países sudamericanos, esta
expansión del extractivismo no se debe solamente a las inyecciones de
capital internacional, sino a los propios fondos internos estatales. El
gobierno brasileño empuja decididamente este extractivismo, por medidas
directas o financieras (en especial desde su banco de desarrollo BNDES).
Hay
varios ejemplos. Petrobrás es una corporación petrolera mixta. Vale, la
segunda empresa minera más grande del mundo, si bien es formalmente
privada, aproximadamente la mitad de sus acciones depende de los fondos
de pensión de los funcionarios del Banco de Brasil, y su principal
fuente es el BNDES. Por esos y otros canales, el gobierno tiene amplios
poderes de control sobre esa corporación.
Entretanto,
el extractivismo agrícola también es apoyado directamente por el
gobierno. Este se beneficia del más grande paquete de ayuda financiera
estatal del continente (el llamado Plan Agrícola y Pecuario), que para
los años 2012/13, totalizó 115,2 miles de millones de reales destinados
al crédito, lo que favorece directamente la expansión de la
agroindustria exportadora en lugar de los pequeños agricultores.
Esta
es una situación de enormes paradojas: una parte nada despreciable del
dinero recaudado por el Estado se utiliza en fomentar, apoyar e incluso
subsidiar el extractivismo, el que alimenta en primer lugar la
globalización antes que las necesidades internas del propio Brasil. En
cambio, quedan dentro del país aquella mochila ecológica y otros
impactos ambientales, y un amplio abanico de efectos sociales, políticos
y económicos.
Son
estas medidas de apoyo del extractivismo, la persistencia de una
inserción internacional funcional a la globalización, y la contención de
la protesta social, las que explican que el gobierno brasileño sea una y
otra vez presentado como ejemplo económico a seguir para la economía
convencional. Allí se originan las felicitaciones que se encuentran en
las páginas de The Economist o en los foros de Davos. Pero si la
perspectiva se coloca en la sociedad civil o en la Naturaleza, está
claro que Brasil debería dejar de ser el campeón del extractivismo, y
comenzar cuanto antes a discutir una estrategia postextractivista.
- Eduardo Gudynas es analista en CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social). www.ambiental.net Twitter: @EGudynas

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