En el Perú no todas las heridas han sanado al recordar los últimos 20 años del siglo XX. El dolor y el horror por la sangre derramada parece que ha hecho que muchos prefieran tener una memoria frágil que reniega de la violencia de grupos ultraizquierdistas y de los excesos de las autoridades a través de la negación y el olvido.
Sin embargo, quienes perdieron a un ser querido durante esta lucha interna jamás podrán borrar sus rostros ni su recuerdo. Algunos peruanos pudieron despedirse de sus caídos, pero otros los siguen esperando hasta hoy.
"En el Perú hay 4.500 fosas comunes donde hasta el momento se calcula que hay 15.000 desaparecidos, según la última cifra del Ministerio Público. En la mayoría de los casos, los familiares no podrán identificar al ser querido y darle el entierro que se merece, y no tendrán la posibilidad de encontrar justicia", le dijo a dpa la periodista Paola Ugaz, miembro del Colectivo Desvela.
En 2008, con la exhumación de dos fosas comunes en el poblado andino de Putis, en el departamento de Ayacucho, nació la iniciativa de Desvela de tejer una "chalina (bufanda) de la esperanza". Esta bufanda kilométrica tendría como objetivo ser construida retazo a retazo por familiares de los desaparecidos que enlazarían su tristeza, ansiedad e impotencia con lana.
En Putis, donde en 1984 asesinaron extrajudicialmente a 192 pobladores, 30 por ciento de ellos niños, un grupo de deudos tocaron fibras raídas de unas prendas de lana como chompas (jerseys), faldas y cinturones que habían desenterrado y las reconocieron al primer contacto. Eran ropas que ellos mismos confeccionaron para sus hijos, padres y hermanos, y con las que sepultaron la ilusión de verlos con vida.
Para Ugaz, el tejido es un lenguaje ancestral y que representa el amor universal. Además, asegura, "no hay un tejido igual en el mundo andino".
"La chalina de la esperanza" se comenzó a tejer en septiembre de 2009 en un mercado de Ayacucho. También colaboraron muchas manos tejedoras desde Lima y los departamentos de Áncash y Apurímac y de países como Argentina, España, Colombia, Bélgica, Reino Unido, Holanda, Austria y Japón, con lo cual se sumó 1.010 voluntarios que se embarcaron en jornadas donde eran libres de escoger el color de lana y el diseño.
Una vez lista, "la chalina de la esperanza" fue expuesta en el centro cultural de la Municipalidad de San Isidro, uno de los distritos más acomodados de Lima, pero a 24 horas de su inauguración fue mutilada por una orden del alcalde, Antonio Meier. Con el pretexto de que el video que era parte de la muestra era "muy crudo" para los niños de la comuna al igual que unos audios con testimonios de los familiares de los desaparecidos, la organización edil decidió retirarlos.
Ugaz y las fotógrafas Marina García Burgos y Morgana Vargas Llosa, también miembros del colectivo, decidieron desmantelar la totalidad de la muestra por respeto a todos aquellos que la hicieron posible.
Muchas voces se alzaron en contra de esta censura, entre intelectuales, académicos y defensores de derechos humanos. Una de ellas fue la del Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, padre de Morgana.
"Algunos quieren imponer el olvido como política", sostuvo a dpa el que fuera presidente de la Comisión de la Verdad, Salomón Lerner Febres, para quien este hecho demuestra a priori un sentimiento de obcecación, de no querer que se hable del asunto.
Según Lerner Febres, la muestra se ha robado aún más miradas con este rechazo de la comuna de San Isidro, pero no se libró de una cierta "indiferencia y desprecio". El ex comisionado señala que la reconciliación requiere de una madurez ciudadana.
"Hubo intolerancia por no querer reconocer la verdad de lo que sucedió en el conflicto interno. La memoria de los pueblos es la fuente más poderosa para no volver a repetir los errores del pasado, que en este caso cobraron muchas víctimas", expresó Ugaz.
Por su parte, la alcaldesa electa de Lima, Susana Villarán, aseguró que la "chalina de la esperanza" rodeará el palacio municipal desde el 1 de enero, día en que comenzará a ejercer sus funciones. "La memoria nos sana, no nos daña", afirmó.
Por otro lado, con la próxima construcción del Lugar de la Memoria, en el que se honrará a las cerca de 70.000 víctimas mortales que hubo entre 1980 y 2000 debido al conflicto interno que vivió el Perú, Lerner Febres pidió un estado de vigilancia permanente para que sea un espacio sin sesgo ni censura.
Las bufandas abrigan, reconfortan, calientan el cuerpo y quienes las tejen tienen la oportunidad de hacer una catarsis, conversar, disipar sus miedos, mitigar sus penas y plasmar sus más profundos sentimientos.
Con esta prenda simbólica se hace visible el sufrimiento que muchos peruanos vivieron y a su vez se cierran las cicatrices que aún continúan frescas, aquellas que los acompañarán siempre sin descanso y sin posibilidad de olvido.
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